Comunicado. Recibir la noticia de que una persona ha superado algún padecimiento oncológico suele interpretarse como el fin de un proceso difícil, y también marca el inicio de una etapa que exige adaptarse a nuevas realidades. Para muchas personas, sobrevivir no significa únicamente haber dejado atrás un diagnóstico; significa construir una forma distinta, y muchas veces más consciente, de habitar su cuerpo, sus relaciones y su vida cotidiana.
Retomar la rutina laboral, recuperar vínculos de pareja o familiares, volver a conectar con hobbies, incluso reconocerse frente al espejo, todo esto forma parte del proceso posterior. Muchas personas describen esta etapa como una travesía emocional que puede incluir ansiedad, miedo o inseguridad. Sin embargo, también destacan el profundo crecimiento personal que puede surgir: el fortalecimiento de la resiliencia, la revalorización del tiempo, de los vínculos y del propio cuerpo.
En este camino, es fundamental dejar de ver a las personas como ex pacientes y empezar a reconocerlas como individuos en transición. El acompañamiento psicológico, las redes de apoyo y el autocuidado diario se vuelven herramientas esenciales para impulsar su bienestar integral.
Un ejemplo claro de cómo el abordaje oportuno puede cambiar el rumbo de una historia es el caso del cáncer de vejiga. “Aunque suele diagnosticarse con retraso, en México, en promedio pasan cerca de 11 meses desde las primeras señales de alerta hasta la atención médica adecuada si se detecta en una etapa localizada, la probabilidad de mantenerse con vida cinco años después alcanza hasta el 97 %”, indicó la psicóloga Erika Martínez. Esta cifra evidencia que la identificación oportuna es una aliada poderosa para acceder no solo a más años, sino de años vividos con calidad.
Por eso, uno de los mensajes más valiosos para conmemorar es la importancia de prestar atención a cualquier señal del cuerpo, acudir con regularidad a revisión y normalizar la conversación sobre salud en todos los ámbitos: familiar, laboral y social.
Las adaptaciones físicas también forman parte de esta etapa. Algunas personas experimentan cambios visibles o funcionales, como el uso de dispositivos para facilitar funciones corporales, o modificaciones en su energía, movilidad o deseo sexual. Estos ajustes no deben entenderse como obstáculos, sino como parte de una nueva configuración de vida que puede ser igualmente plena.
“La ansiedad es frecuente en esta etapa, sobre todo cuando existe el temor a una recaída. Se estima que alrededor del 20% de las personas que han superado el cáncer presentan ansiedad o depresión durante los primeros 12 meses posteriores a su atención médica.”, señaló Martínez. Por eso, una revisión integral debe contemplar tanto lo físico como lo emocional, reconociendo que la salud mental tiene un papel fundamental en la recuperación.
Incorporar actividades físicas de bajo impacto como caminar, nadar o practicar yoga puede marcar una gran diferencia. Estas prácticas fortalecen el sistema inmunológico, elevan la energía y favorecen el equilibrio emocional. Evitar tomar sustancias alcohólicas y fumar, así como cuidar la alimentación también cobran un papel protagónico para mantener un cuerpo fuerte, prevenir otros padecimientos crónicos y aportar una sensación de control sobre la propia salud. “El estilo de vida saludable no se trata de restricciones, sino de construir rutinas que sumen bienestar en el largo plazo”, mencionó la psicóloga.