Agencias. Una investigación publicada en la revista científica Nature Communications indicó que ciertos tumores de cáncer de mama, especialmente aquellos del triple negativo, pueden aprovechar la proximidad de las células de grasa para obtener los nutrientes que alimentan su crecimiento. Este descubrimiento, destacaron los autores, podría influir en las estrategias terapéuticas dirigidas a combatir los tumores más agresivos, que tradicionalmente presentan menores índices de supervivencia y una mayor predisposición.
El estudio señala que la relación entre la obesidad y el cáncer de mama, presente en observaciones epidemiológicas desde hace tiempo, podría encontrar una explicación en la manera en que los tumores se nutren de los lípidos –compuestos energéticos– almacenados en las células de grasa cercanas. Según los investigadores, el cáncer de mama tipo triple negativo, responsable de aproximadamente el 15% de los diagnósticos, concentra su incidencia en mujeres negras y en aquellas menores de 40 años, dos poblaciones particularmente vulnerables ante formas agresivas de la enfermedad.
La investigación estuvo liderada por Jeremy Williams, postdoctorante de la Universidad de California en San Francisco (UCSF), quien detalló que el equipo se enfocó en desentrañar los mecanismos celulares que permitirían a los tumores extraer energía directamente de los tejidos adiposos del entorno. Williams explicó: “Las células cancerosas agresivas pueden apropiarse de diferentes fuentes de nutrientes para crecer, incluido el estímulo a las células de grasa para liberar sus lípidos”.
El descubrimiento central propone que las células tumorales emplean una especie de estructuras similares a los popotes para acceder al contenido lipídico de las células de grasa adyacentes. Los investigadores observaron que al acercarse al tumor, las células de grasa presentaban un contenido de lípidos notablemente reducido, lo que sugiere una transferencia activa de estos compuestos.
Estas estructuras, denominadas uniones gap, parecen ser cruciales en la progresión del cáncer. Williams y su equipo realizaron ensayos en modelos animales, en los que manipularon genéticamente las células cancerosas para dificultar la formación de estas uniones. Los resultados mostraron que, al limitar la creación de las estructuras, el crecimiento tumoral se veía restringido.
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